Gota

Qué es?

La gota es una forma de artritis inflamatoria causada por el exceso de ácido úrico en la sangre (hiperuricemia), lo que lleva a la formación de cristales de urato que se depositan en las articulaciones. Esta acumulación provoca inflamación intensa, enrojecimiento, calor y dolor súbito, a menudo en una sola articulación.

Los síntomas más comunes incluyen:

  • Dolor intenso y repentino en una articulación (frecuentemente el dedo gordo del pie).
  • Enrojecimiento y calor en la zona afectada.
  • Hinchazón visible.
  • Sensibilidad extrema al contacto (incluso el roce de una sábana puede ser doloroso).
  • Limitación del movimiento articular.
  • Brotes que pueden durar días o semanas, seguidos de periodos sin síntomas.

Conoce más sobre la Gota

La gota es una enfermedad que se puede controlar eficazmente con un diagnóstico oportuno y tratamiento adecuado. Sin intervención, los ataques pueden repetirse con mayor frecuencia y afectar más articulaciones, provocando daño permanente (artritis gotosa crónica) y depósitos de cristales llamados tofos.

Datos clave

Es más frecuente en hombres adultos y mujeres posmenopáusicas.

El riesgo aumenta con dietas ricas en carnes rojas, mariscos, alcohol (especialmente cerveza) y bebidas azucaradas.

Puede estar asociada a otras condiciones como hipertensión, obesidad, diabetes y enfermedad renal.

Los niveles altos de ácido úrico no siempre provocan síntomas (hiperuricemia asintomática).

La gota mal controlada puede afectar los riñones y formar cálculos renales.

Diagnóstico y tratamiento

El diagnóstico se basa en la historia clínica, el examen físico, análisis de sangre (niveles de ácido úrico) y, en algunos casos, el análisis del líquido sinovial de la articulación afectada para identificar cristales de urato.

El tratamiento incluye:

Antiinflamatorios no esteroides (AINEs), colchicina o corticoides para aliviar los ataques agudos.
Medicamentos para reducir el ácido úrico (como alopurinol o febuxostat) en pacientes con episodios recurrentes o complicaciones.
Cambios en la dieta y estilo de vida: evitar alimentos ricos en purinas, mantener un peso saludable, reducir el consumo de alcohol y aumentar la hidratación.
Control de enfermedades asociadas como la hipertensión o la diabetes.

El seguimiento médico regular y la adherencia al tratamiento son fundamentales para prevenir recaídas y daños articulares permanentes.